No se encuentra en el Polo Norte sino en Yiwu, una ciudad de 1,2 millones de habitantes situada en el extremo más occidental de la República Popular China. En esta "Aldea de Navidad" no hay nieve y no hay elfos, lo que sí hay en abundancia son fábricas de las cuales cada año salen el 60% de todas las decoraciones de Navidad del mundo. Hay rojo en el techo y rojo en el suelo, gotea rojo de los marcos de las ventanas y de las paredes. Aquí se fabrica la Navidad, este es el corazón real del taller de Santa Claus, a miles de kilómetros del Polo Norte. A nuestra imaginación celebratoria le gustaría fantasear con una Navidad de elfos de mejillas rosadas y una cabaña de madera cubierta de nieve en algún lugar del Círculo Polar Ártico. La realidad es muy diferente. Lo más probable es que la mayoría de los adornos, guirnaldas y luces que tenemos dentro (y fuera) de nuestra casa viene de Yiwu -a 300 kilometros de Shanghai- una ciudad en la que no hay un pino real a la vista, ni copos de nieve naturales. Bautizada con el acertado nombre de "Pueblo de Navidad de China", en Yiwu se encuentran 600 fábricas que colectivamente producen más del 60% de toda la decoración y accesorios de Navidad del mundo, desde los brillante árboles de fibra óptica a los simpáticos sombreros de Papá Noel. Los "duendes" que se "ganan la vida" en estas fábricas son en su mayoría trabajadores immigrantes, que cumplen con turnos de 12 horas al día, a menudo los siete días de la semana, por un sueldo de 300-400€ al mes. Y que ni si quieras tienen idea de lo que es la Navidad. "Tal vez es como el Año Nuevo (Chino) para los extranjeros", conjetura Wei, 19 años, quien llegó a Yiwu desde la provincia rural de Guizhou este año. Junto con su padre trabaja largas jornadas en la fábrica salpicada de rojo, submergiendo decoraciones de poliestireno en un baño de pegamento para luego ponerlos en una máquina que los recubre de un polvo plástico hasta que se vuelven de color rojo. Esto lo hace 2.500 veces al día. Todos los días. En el proceso ambos terminan cubiertos de pies a cabeza con ese polvo fino color carmesí. Llevan un sombrero de Santa Claus (no por el espíritu festivo, dice su padre, sino para intentar evitar que su cabello se tiña de rojo) y ambos gastan al menos 10 mascarillas al día tratando de no respirar el omnipresente polvo. Es un trabajo agotador que esperan tener que hacer sólo durante unos meses: una vez que hayan ganado lo suficiente para que Wei pueda casarse, piensan volver a su casa en Guizhou y no volver a ver polvo rojo en sus vidas. Empaquetados en bolsitas de plástico, sus brillantes decoraciones rojas cuelgan junto a una enorme variedad de parafernalia festiva en el Yiwu International Trade Market, un "paraíso" de tiendas "todo a 100", una feria interminable de todo lo que no es necesario en el mundo y que, sin embargo, uno puede sentirse obligado a comprar en algún momento irracional. Hay calles enteras en ese laberinto dedicadas sólo a flores artificiales y juguetes inflables, luego se pasa a las sombrillas y los anoraks, a los cubos de plástico y los relojes. Es un palpitante monumento al consumismo mundial de varios pisos de altura, es como si se les hubiese dado nueva forma a lo que llena los vertederos del mundo, para luego catalogarlo meticulosamente de nuevo en 62.000 puestos de venta. El complejo fue declarado por la ONU como el "mayor mercado mayorista de pequeños productos del mundo" y debido a su escala hace falta una especie de mapa urbano que lo organiza en cinco distritos diferentes. El Distrito 2 es donde se puede encontrar la Navidad. Hay pasillos forrados con nada más que oropel, calles palpitantes compitiendo con espectáculos de luz LED, medias de todos los tamaños, árboles de Navidad en plástico azul y amarillo y rosa fluorescente, conos de pino de plástico en oro y plata. Con el objetivo de ventas en el extremo inferior del mercado, las ventas de Yiwu prosperaron durante la recesión dado que todo el mundo compraba "diversión festiva" a precio reducido, pero este año las ventas internacionales se han reducido. Aún así, de acuerdo con el vicepresidente de la Asociación de la Industria de Productos de Navidad de Yiwu, el mercado nacional va en aumento gracias al festival anual de Mammon. Santa Claus es hoy en día más conocido por la mayoría de los chinos que Jesús Cristo.
Los radiantes vendedores de Yiwu no podrían estar más felices de su cadena perpetua de Navidad eterna. Según el vendedor de un puesto que parece una miniatura de las maravillas del invierno, "estar sentado aquí cada día admirando todas estas hermosas decoraciones es realmente bueno para el estado de ánimo". Es poco probable que los que se encuentran al otro extremo de la línea de producción, recluidos en los talleres inundado de polvo rojo -para que nosotros podamos comprar decoración a 99 céntimos- piensen lo mismo. Fuente: The Guardian
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La AutoraUna Mente llena de Ideas, Archivos
July 2018
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