Imagina que tienes hijos e hijas. Imagina que, cuando nacen, por una u otra razón sabes que sus vidas en la Tierra van a terminar entre los 15 y los 20 años. La razón no es relevante por lo que voy a contar, lo que importa es que sabes que solo tienes 15-20 años para compartir vida con ellos y ellas. Al principio, cuando son bebés, te dan tanto trabajo!!! No duermes por las noches, tienes que acostumbrarte a su presencia, y ellos y ellas a la tuya. Poco a poco las cosas se van haciendo más fáciles, siguen haciendo trastadas pero que se le va a hacer, es la edad, y tienen una energía!!! Con el pasar del tiempo la familia y las rutinas se consolidan, después de los primeros periodos de estrés, preocupaciones y no dormir para intentar a llegar a todo, te das cuenta de que tienes más y más tiempo para ti, para volver a hacer las cosas que te gustan, incluso para descansar… Llega el momento en que no te preocupa dejarles en casa mientras sales unas horas, para trabajar, para hacer la compra, para quedar con alguien. Incluso puedes marcharte una noche, de fin de semana, o unos días enteros mientras están bajo el cuidado de alguien de confianza. La vida normal. Pero poco a poco las cosas empiezan a cambiar. Ya se acerca el momento, han cumplido los 14, 15, 16 años. Sus cuerpecitos empiezan a mandar señales, tienen menos energía, se cansan más, duermen más, a veces no les apetece comer. Siguen estando bien en general, pero ves los cambios vaticinados al comienzo de sus vidas. Llega un momento en que realmente sus órganos, sus sistemas, su organismo deja de funcionar. Intentas con todos los medios ayudarles a ganar un poco más de tiempo, de ayudarte a ganar un poco más de tiempo con cada uno de ellos y ellas. Estos son los años en los que te dedicas a cuidarles, desde que empiezan los primeros mensajes de que algo está cambiando, hasta el fin de su tiempo contigo. Los días, meses y años que haces todo lo posible para darles lo que necesitan y lo que quieren, para que estèn lo màs felices y còmodos posible Porque son los seres más queridos que tienes en tu vida. Porque te necesitan, y porque, gracias a todas las bendiciones del Universo, tienes la posibilidad de hacerlo, de darles lo que necesitan y lo que quieren, que sea una alimentación especial, que sean medicamentos o tratamientos (y cuanto te cuesta buscar los más naturales, los más adaptados a su situación, los que no les van a llenar de efectos secundarios a veces incluso peores de lo que están viviendo). Tienes la gran suerte de poder estar a su lado durante los últimos años, meses y días de sus vidas, para darles todo lo que puedes darles. Si, te cuesta porque tienes que renunciar a mucho. Te has acostumbrado a viajar, a ser flexible, a poder disponer de tu tiempo como más te plazca y te convenga, y abandonar esta costumbres para estar a su disposición, a veces día y noche, es un esfuerzo. Decir que no te cuesta renunciar a esa libertad sería una gran mentira. Y para que mentir. A pesar de eso sabes, con cada latido de tu corazón, con cada contracción de tus músculos, con cada movimiento de tus ojos, caricias de tus manos, palabras de tu boca y besos de tus labios, que es una suerte y un privilegio inmenso poder compartir con ellos y ellas esos momentos, esos meses, esos años también. Poder estar a su lado en los momentos en los que màs te necesitan, es lo más importante que te haya tocado en la vida, el privilegio màs grande. Que màs se uede pedir al universo que tener la posibilidad de estar al lado de los seres qu màs quieres, en los momentos en que te necesitan... Te cueste lo que te cueste, sabes que no podrías vivir sin hacerlo, sabes que no QUIERES vivir sin hacerlo. Te cueste que cada mensaje de sus pequeños cuerpos, que se hacen cada día más frágiles, te rompa el corazón en mil pedazos. Simplemente, sabes que tienes que estar allí, no porque sea ninguna obligación, sino porque a pesar de ser la cosa más dura que vayas a hacer en tu vida, nadie, NADIE te va a quitar el DERECHO de estar a su lado, hasta su último respiro. Porque a su lado es el único sitio en el que puedes y quieres estar. Porque sabes que el ùnico lugar en que puedas existir es a su lado para darles mucho, mucho amor cuando llega el momento en que tu amor y tu presencia es lo único que le puedes dar Porque es lo que hay. Porque te lo debes y se lo debes, se lo debes y te lo debes. No hay forma de decir esto sin que sean dos acciones diferentes, pero lo que haces es una única acción, no hay diferencia en lo que te debes a ti y lo que le debes a ellos y ellas. Es más, ni si quieras es una acción de por si, sino algo que ES. No existe una dimensión en todo el universo en la que no lo harías. Porque es lo que hay. El amor es así, a veces no se puede explicar con palabras, es demasiado grande para que quepa en un millón de ellas. Estoy, hoy y desde hace un tiempo, en esta fase de mi vida, en esta fase de sus vidas. Mis hijos e hijas son adoptados, llegaron a mi vida de bebés, y desde el principio sabia que solo estarían conmigo entre 15 y 20 años, si tenia suerte. Son seres a los cuales la biología le otorgó el nombre de felis domesticus, o gato común. Personalmente, la biología me trae bastante sin cuidado para ciertos temas. Ellos y ellas son mis hijos y mis hijas, da igual la etiqueta que le quiera poner la biología. En marzo van a cumplir 17 años. Algunos y algunas se han marchado ya de la familia. Es, cada vez, una despedida que se lleva parte de mi corazón. Es, cada vez, algo que me embiste de pleno como un camión a 200km por hora. No es posible acostumbrarse. Ya lo sabemos, la muerte de un hijo o una hija es lo que tiene, se lleva una parte de nosotros para siempre. Y nos deja una parte de ellos y ellas, también para siempre. Es un intercambio, unos momentos insoportablemente doloroso a cambio de toda una vida, la suya, llena de amor, cariño, juegos, conversaciones, trastadas, juguetes tirados, vómitos y diarreas, carreras al médico, comidas que gustan y comidas que no gustan y te desesperan, siestas acurrucadas y calentitas, miradas perdidas hacia el sol y el cielo azul, ojos que se abren a un alma infinita y cuerpecitos que te buscan para darte calor y el amor más puro que jamás puedas encontrar. Este escrito se lo dedico a esas personas que no entienden que unos hijos e hijas pueden ser, biológicamente, de otra especie. Esas personas que no entienden que renuncies a salir de viaje “por unos gatos”, “por unos perros”. Esas personas que te dicen que “lo estas mimando” cuando les cuentas que tu hijo de casi 17 años al que se le está acabando el tiempo a tu lado necesita comer tres veces al día una comida especial, y que por ello tienes que estar en casa TODOS LOS DÍAS sin falta, por la mañana, al mediodía y por la noche, y que encima se la tienes que dar con cuchara sino no come. Porque, en este caso, "no mimarlo" sería dejarle morir de hambre. Esas personas que no entienden que estás viviendo los últimos días, meses y años al lado de los seres que más quieres en tu vida, que en estos momentos tienen necesidades específicas como todo ser que esté viviendo la última etapa de su vida. Esas personas que no entienden que da perfectamente igual que tus hijos no sean humanos, y que lo que te hace más feliz es que puedas estar a su lado para darle todo lo que necesitan para vivir esos días, meses y años de la forma más feliz posible. Para esas personas solo tengo una pregunta. Al principio de este escrito, cuando pensabas que hablaba de hijos e hijas de la especie humana, supongo que te parecería de lo más normal lo que estabas leyendo. Bueno, te cuento un secreto. A pesar de que te parezca extraño, para mi, esos seres que han compartido mi vida como nadie ha hecho, durante casi 17 años, SON MIS HIJOS Y MIS HIJAS. No podrían serlo más si pertenecieran a otra especie, incluso la especie humana. Porque en realidad, la “especie”, la etiqueta que impone la biología, importa muy pero que muy poco cuando hay amor de por medio. Así que tú, no harías lo mismo para los seres que más quieres en el mundo? Entonces no te sorprendas si yo hago lo mismo. Laura
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La AutoraUna Mente llena de Ideas, Archivos
July 2018
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